Europa fija nuevas metas climáticas y acuerda reducir un 90% sus emisiones para 2040
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La Unión Europea alcanzó este miércoles un acuerdo clave sobre sus objetivos climáticos de reducción de gases de efecto invernadero para las próximas décadas, en vísperas de la Cumbre del Clima COP30 que se celebrará en Belém, Brasil.
Tras intensas negociaciones entre los Estados miembros, el bloque comunitario decidió reducir en un 90% las emisiones de dióxido de carbono (CO₂) para 2040 respecto a los niveles de 1990, aunque el compromiso incluye una serie de flexibilidades para atender las demandas de los países más reticentes.
Este acuerdo, logrado tras arduos debates en Bruselas, busca consolidar la posición de Europa como líder en la acción climática global y demostrar su capacidad para alcanzar consensos en un contexto de crecientes presiones económicas y energéticas.
El ministro alemán de Medio Ambiente, Carsten Schneider, calificó el acuerdo como un paso decisivo tanto para la política ambiental europea como para la economía alemana. “Alemania ya cuenta con un objetivo climático vinculante y ambicioso para 2040”, señaló ante la prensa. “Ahora, juntos, hemos logrado que la Unión Europea también lo tenga. Por lo tanto, avanzamos al unísono”, añadió.
Según el funcionario, la UE ha demostrado “su capacidad de actuación y su fiabilidad”, condiciones que permitirán al bloque desempeñar un papel protagonista en la próxima COP30. El acuerdo, en ese sentido, no solo refuerza los compromisos nacionales, sino que también proyecta una imagen de cohesión política en un momento de transición energética.
El consenso alcanzado por los Veintisiete llega tras semanas de negociaciones complejas en las que se enfrentaron posiciones divergentes entre países con diferentes estructuras económicas y niveles de dependencia energética.
El texto final permite a los Estados miembros descontar créditos de carbono de hasta un 10% del objetivo total de reducción, una medida diseñada para otorgar flexibilidad a las economías más dependientes del carbón o con menor capacidad tecnológica. Esta disposición fue clave para destrabar el diálogo y lograr el respaldo mayoritario necesario, aunque el documento aún deberá ser negociado con el Parlamento Europeo antes de su adopción definitiva, prevista idealmente antes de fin de año.
UN ACUERDO ALCANZADO TRAS INTENSAS NEGOCIACIONES
El pacto se concretó por mayoría cualificada luego de casi 24 horas de negociaciones ininterrumpidas, reflejo de las tensiones y las diferencias existentes dentro del Consejo de Ministros de Medio Ambiente de la UE. Eslovaquia, Hungría y Polonia votaron en contra, expresando reservas sobre el impacto económico que podría tener la aplicación de los nuevos objetivos. Aun así, la mayoría de los países consideró prioritario establecer metas claras y predecibles que guíen las inversiones y políticas públicas de los próximos quince años.
El Consejo recordó que la Unión Europea debía haber presentado ya a Naciones Unidas sus planes climáticos actualizados, en cumplimiento de los compromisos adquiridos hace una década con el Acuerdo de París de 2015. Mientras otros países ya avanzaron en esa dirección, el bloque comunitario había pospuesto la revisión debido a los debates internos sobre la viabilidad de los objetivos intermedios.
Con el nuevo marco, la UE se compromete a reducir entre un 66,25% y un 72,5% sus emisiones de CO₂ para 2035 respecto de los niveles de 1990, lo que supone una etapa intermedia hacia la meta de neutralidad climática prevista para 2050. Los ministros acordaron además revisar cada cinco años los avances y ajustes necesarios para garantizar el cumplimiento de las metas fijadas.
El ministro Carsten Schneider subrayó que este compromiso constituye “una buena noticia para la economía alemana”, al consolidar la previsibilidad normativa en sectores como la energía, el transporte y la industria. Según explicó, la definición de un horizonte común en materia de reducción de emisiones permitirá planificar inversiones sostenibles y favorecer la competitividad de las empresas europeas en la transición ecológica.
La meta de 2040, en este sentido, actúa como un puente entre los compromisos actuales y los objetivos de largo plazo, articulando las estrategias nacionales con la agenda climática global impulsada por Naciones Unidas.
FLEXIBILIDADES Y SUMIDEROS DE CARBONO
El texto final del acuerdo incluye referencias explícitas a los denominados “sumideros de carbono”, un componente clave en la contabilización de las emisiones netas. Estos sumideros —como bosques, praderas y humedales— desempeñan un papel fundamental en la absorción natural de dióxido de carbono.
Sin embargo, los expertos advierten que su capacidad de captura puede verse afectada por factores como el aumento de las temperaturas o la disminución de las precipitaciones. Por este motivo, el acuerdo prevé que si los sumideros absorben menos CO₂ del proyectado, los países no estarán obligados a compensar ese déficit mediante mayores reducciones en otros sectores económicos.
Esta cláusula fue incluida a pedido de varios Estados miembros que reclamaban mecanismos de flexibilidad frente a los efectos del cambio climático en sus ecosistemas. De hecho, la cuestión fue objeto de intensos debates en la cumbre europea celebrada a finales de octubre, donde los jefes de Estado y de Gobierno coincidieron en la necesidad de adaptar las normas a las circunstancias naturales de cada territorio.
Los negociadores europeos consideran que la fórmula alcanzada combina ambición ambiental con realismo económico. Al establecer un marco flexible pero verificable, la Unión Europea pretende mantener su liderazgo en la lucha contra el cambio climático sin comprometer su competitividad internacional.
En paralelo, los Estados miembros deberán desarrollar planes nacionales de transición energética que contemplen medidas concretas de eficiencia, innovación y reconversión industrial. Se espera que estos planes sean revisados en coordinación con la Comisión Europea y alineados con los compromisos de la COP30.






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