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Camila Gonzalez Nazer: “Vivimos en una sociedad muy violenta y poco tolerante a la diferencia”

  • infoduartedigital
  • hace 11 minutos
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La licenciada Camila González Nazer, entrevistada en el programa Una Palabra que conduce junto a Rubén Duarte junto a Inés Bobadilla por LT7 AM900, FM CAPITAL 95.3 e Infodradio 106.3 y en diferido por 13 Max Televisión y cables del interior provincial, señaló que en su consultorio observa un crecimiento sostenido de casos de depresión infantil y adolescente.


Explicó que este cuadro clínico se presenta de múltiples maneras y que no debe asociarse únicamente al llanto o la tristeza visible. Indicó que el aumento se relaciona con una pérdida de sentido en los proyectos de vida, una disminución del interés por actividades antes gratificantes y un deterioro cada vez más marcado de los vínculos significativos. Sostuvo que esta problemática exige acompañamiento profesional oportuno y una escucha activa por parte de las familias.


La psicóloga remarcó que la depresión suele manifestarse a través de la falta de motivación, la ausencia de energía y el retraimiento social. Afirmó que muchos pacientes comienzan a faltar a la escuela, dejan de ver a sus amigos y muestran desinterés incluso por las actividades que solían disfrutar. Señaló que estos comportamientos no son episodios aislados, sino señales que requieren intervención temprana. En este sentido, destacó la importancia de sostener hábitos saludables, promover rutinas estables y estimular la participación en actividades que brinden sentido y pertenencia.


González Nazer subrayó además que la creación de una red de contención es fundamental para enfrentar estos cuadros, sobre todo en edades tempranas. Explicó que los vínculos significativos pueden surgir de distintos ámbitos y no necesariamente se limitan a los padres. Mencionó que un profesor, un tío, una madrina, una vecina o cualquier adulto disponible y confiable puede cumplir un rol esencial en la recuperación emocional. Indicó que estos apoyos son irremplazables frente a un escenario social que empuja cada vez más a la individualidad y al aislamiento.


La licenciada advirtió que la depresión, cuando se profundiza y no recibe tratamiento, puede derivar en conductas de riesgo, entre ellas el suicidio. Recordó que en el último año y en lo que va de 2025 se registraron numerosos casos que impactaron profundamente en distintas comunidades y familias. Remarcó que muchas personas que atraviesan sufrimiento emocional no lo expresan abiertamente y pueden aparentar normalidad. Consideró necesario fortalecer el diálogo familiar, fomentar la confianza y estar atentos a cambios conductuales persistentes.


En este contexto, González Nazer insistió en la importancia de validar las emociones de niños y adolescentes. Aclaró que lo que para un adulto puede parecer exagerado, para un joven puede tener un peso decisivo en su mundo emocional. Explicó que desestimar esos sentimientos con frases como “sos un exagerado” o “ya se te va a pasar” dificulta el abordaje adecuado. Destacó que, en muchos casos, hablar con un allegado no es suficiente y se requiere la asistencia profesional, ya sea de un psicólogo o de un servicio de salud mental público o privado.


VIOLENCIA, VÍNCULOS Y SEÑALES DE ALERTA


Consultada sobre episodios recientes de violencia en relaciones jóvenes, la psicóloga afirmó que la sociedad atraviesa un incremento generalizado de conductas agresivas y una disminución de la tolerancia a la diferencia. Señaló que se observa una “sociedad muy violenta y muy poco tolerante a la diferencia”, con escasa capacidad para regular emociones y altos niveles de frustración. Indicó que estos fenómenos se manifiestan tanto en adolescentes como en adultos y deben entenderse como síntomas de un contexto social más amplio en deterioro.


González Nazer expresó que la pandemia acentuó la ruptura del tejido social y comunitario, provocando un aumento de la desconfianza interpersonal. Afirmó que, en tiempos anteriores, el vínculo con el vecino, la familia ampliada y las redes barriales brindaban contención y referencia. Hoy, en cambio, prevalecen la individualidad y el aislamiento. Explicó que esta transformación repercute directamente en la construcción emocional de los jóvenes y en las dinámicas de pareja que comienzan a establecerse en la adolescencia.


La profesional alertó sobre la escalada progresiva de la violencia en los noviazgos juveniles. Indicó que, en muchos casos, las agresiones comienzan con gestos aparentemente inofensivos, como empujones o “chistes” físicos, que luego pueden evolucionar hacia situaciones de mayor riesgo. Sostuvo que la baja autoestima en muchos adolescentes los vuelve especialmente vulnerables a aceptar dinámicas dañinas y formas de control que se naturalizan con el tiempo. Reiteró la necesidad de diálogo, acompañamiento y educación emocional.


En este punto, la psicóloga afirmó que las relaciones con “celos enfermizos” y un marcado control sobre la otra persona se volvieron cada vez más frecuentes. Explicó que estas dinámicas incluyen revisar el celular, limitar amistades o decidir unilateralmente sobre movimientos y actividades del otro. Recordó que estos comportamientos se inscriben dentro de las llamadas “relaciones tóxicas”, que pueden afectar gravemente la salud emocional. Señaló que es fundamental ayudar a los jóvenes a reconocer estas conductas como señales rojas.


Durante la entrevista, se destacó la frase “No hay amor”, utilizada para ejemplificar que situaciones de control, manipulación o restricción de libertades no deben interpretarse como muestras afectivas. La profesional sostuvo que el poder dentro de los vínculos se construye gradualmente y puede pasar de pequeñas intervenciones invasivas a formas más severas de dominación. Remarcó la urgencia de intervenir a tiempo para evitar que estas dinámicas se consoliden y deriven en episodios de violencia física o psicológica.


PREVENCIÓN, FAMILIA Y LA CONSTRUCCIÓN DEL "OTRO QUE CUIDA"


La licenciada González Nazer resaltó que la prevención es el eje central para evitar que los padecimientos emocionales se profundicen en niños y adolescentes. Subrayó que esta tarea no recae exclusivamente en terapeutas o instituciones educativas, sino que involucra a todo el entorno que rodea al menor. Mencionó que la presencia activa de los adultos, su capacidad de escucha y su disponibilidad emocional son elementos que pueden modificar de manera decisiva el rumbo de una situación crítica. También remarcó que la intervención no siempre debe ser técnica o sofisticada: a veces, dijo, basta con estar, acompañar y comprender.


La profesional enfatizó que la familia continúa siendo el primer espacio de referencia, pero aclaró que no es el único ni siempre el más accesible para los jóvenes. Señaló que existen hogares con dinámicas complejas, atravesados por dificultades económicas, afectivas o de comunicación, donde los chicos no encuentran espacios seguros para expresar sus emociones. En esos casos, destacó la importancia de que otros adultos significativos puedan asumir un rol protector, brindando contención y una mirada confiable. Expresó que esta construcción colectiva es fundamental para reparar vínculos y sostener trayectorias saludables.


Sostuvo también que la vida contemporánea tiende a fragmentar las experiencias compartidas y que, frente a ello, recuperar instancias de diálogo se vuelve un acto profundamente terapéutico. Explicó que preguntar a un adolescente “qué te pasa” o “cómo estás” puede parecer un gesto mínimo, pero que en muchos contextos se transforma en un acto de salvación emocional. Subrayó que los jóvenes necesitan ser escuchados sin juicios, sin minimizaciones y sin respuestas automáticas. Añadió que, en ocasiones, un adulto disponible puede cambiar la perspectiva del chico antes de que aparezcan síntomas más severos.


Durante la conversación, la licenciada insistió en que acompañar no implica controlar, ni invadir, ni sustituir la autonomía del joven. Planteó que la presencia adulta debe configurarse como una guía y no como una imposición, porque el objetivo es habilitar el pensamiento crítico y la construcción de un criterio propio. Afirmó que la violencia, la manipulación o la vigilancia excesiva son incompatibles con esa función protectora. En cambio, promovió la creación de espacios donde los adolescentes puedan cometer errores sin temor a represalias desmedidas y sin ser descalificados.


Finalmente, González Nazer remarcó que la prevención es más efectiva cuando se trabaja de manera integrada entre escuelas, familias, profesionales y organizaciones comunitarias. Señaló que la intervención aislada tiene resultados limitados y que la salud mental requiere una perspectiva colectiva. Explicó que, en muchas ocasiones, los equipos escolares detectan señales antes que el entorno familiar y pueden activar mecanismos de acompañamiento si existe articulación institucional. En conclusión, planteó que la responsabilidad es compartida y que cada actor social posee la capacidad de contribuir a la construcción de un entorno emocionalmente seguro.


ACOMPAÑAMIENTO PROFESIONAL Y EL VALOR DE PEDIR AYUDA


En la última parte de la entrevista, González Nazer destacó la importancia de solicitar ayuda profesional ante las primeras señales de alarma. Indicó que muchas personas llegan a consulta en situaciones severas porque no identificaron a tiempo la relevancia de sus síntomas o porque normalizaron un sufrimiento que no debería naturalizarse. Reafirmó que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino una muestra de valentía y madurez emocional. Explicó que la psicoterapia brinda un espacio protegido donde los jóvenes pueden expresarse, reorganizar sus pensamientos y encontrar nuevas estrategias para afrontar la vida cotidiana.


La psicóloga explicó que los tratamientos pueden variar según la edad, la personalidad y la gravedad del cuadro, pero que todos tienen en común el objetivo de recuperar la capacidad funcional y la sensación de bienestar. Aclaró que no existe una solución única ni universal, y que cada proceso requiere un abordaje particular. Puso énfasis en la necesidad de sostener la continuidad del tratamiento y de evitar interrupciones tempranas que obstaculicen los avances. Añadió que acompañar estos procesos también implica orientar a las familias, que muchas veces necesitan pautas claras para comprender cómo apoyar mejor a sus hijos.


Sostuvo que, en situación de crisis, los jóvenes pueden necesitar una intervención inmediata y que es importante conocer los servicios de guardia disponibles en cada ciudad. Señaló que la desinformación sobre dónde acudir genera demoras que pueden tener consecuencias graves. Por ello, recomendó que las comunidades cuenten con información accesible y actualizada sobre números de emergencia, dispositivos de salud mental y líneas de asistencia. Indicó que una respuesta oportuna suele ser decisiva para prevenir situaciones extremas.


La licenciada remarcó que uno de los desafíos actuales es combatir el estigma asociado a la salud mental. Afirmó que todavía persiste la idea de que acudir a un profesional es un signo de incapacidad, cuando en realidad representa un acto de cuidado personal. Consideró imprescindible promover una cultura que naturalice el pedido de ayuda y que valore la importancia del acompañamiento psicológico. Reiteró que la salud mental debe ser entendida como parte integral del bienestar, tanto como la salud física o social.


En el cierre, González Nazer dejó un mensaje central: “todo tiene solución”, siempre y cuando se reconozcan las señales, se habilite el diálogo y se busque ayuda a tiempo. Sostuvo que la esperanza es una herramienta poderosa en los procesos de recuperación y que los adultos tienen la responsabilidad de ofrecerla con convicción. Reafirmó que ningún joven debe atravesar el sufrimiento emocional en soledad y que las comunidades deben trabajar juntas para garantizar que exista siempre un lugar a donde recurrir.

 
 
 

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